A Santiago de Compostela en bici de montaña

“Viveri si queris qui mortis lege teneris.
Huc splicando veni renuens fomenta veneni.
Cor viccis munda, pereas ne morte secunda”.

Con este montón de letras que ahora estás por leer, no pretendo hacerte creer que existe un destino ineludible que se entreteje con las misteriosas elecciones de nuestra vida, a veces pensamos que todo es resultado de la casualidad o simplemente ¡de la suerte!

Un buen día, mejor dicho, varios buenos días se fueron presentando, ya sea con un cúmulo de información, comentarios, pláticas, etc; de tal forma que se nació en mí una inquietud. Y así, sin darme cuenta, una mañana proyecté en mi mente hacer el camino de la vía láctea, el de las estrellas, ese que te lleva desde Francia por los caminos del norte de España, por Navarra, por la Rioja, por los Montes de León, hasta Santiago de Compostela en Galicia, España y de allí, ¡al fin del mundo! A Finisterre.  Un camino mágico y maravilloso detrás del cual se esconde una diversidad de colores, sabores, aromas, mitos, realidades, que van desde lo estrictamente religioso hasta los rituales más paganos.

El camino es fantástico, cuanto más avanzas, más comprendes el por qué lo haces, te jala como un imán, como si existiera un dínamo que te motiva a continuar, por más fatigado que te encuentres.  Cada paso que das para avanzar es apenas una pequeñísima parte de lo que andarás por otros caminos y otros lugares, sin embargo en estos 900 kilómetros encontrarás que no es sólo el camino del Apóstol, es tu propio camino, no un camino exterior, hablo de un interior. Quizá es por eso que tanta gente de diversas culturas, razas y creencias ha seguido este camino a través de miles de años.

Un día de octubre lo inicié, en bicicleta de montaña, entre miles de huellas de pisadas penitentes, convirtiéndose en una de mis más grandes experiencias.

Lo que a continuación estoy por narrar está dividido en 10 etapas ciclistas, diez días seguidos desde Roncesvalles, en Navarra, hasta Santiago de Compostela, en Galicia.

 Día 1. Roncesvalles – Cizur Menor

El sendero del Camino de Santiago llega de Francia a Roncesvalles por un vallecito en medio de la montaña.  Antes de comenzar la aventura, el ritual es asistir a misa y escuchar los cánticos de los monjes en los pilares góticos de la Capilla de la Colegiata de Roncesvalles.Luego a pedalear, por un andador al lado de la carretera y así, empezar a descender por los caminos de los Pirineos siguiendo las flechas amarillas las cuales, no dejarán de aparecer hasta Santiago. 

Son apenas 50 kilómetros de difícil descenso, muy técnicos en algunos tramos, tanto, que llegar a Pamplona no fue nada sencillo. Antes de llegar a la Ciudad de los Sanfermines, por el Camino de Santiago, se debe cruzar un puente romano de seis arcos llamado la Magdalena, desde aquí se vislumbra la bella ciudad amurallada, por las callejuelas encontramos la Catedral de estilo gótico levantada sobre un antiguo templo románico, el ayuntamiento de fachada renacentista y la basílica de San Ignacio.

Día 2 Cizur Menor – Torres del Río

Nuevamente otra jornada difícil, amaneció lloviendo y el día comienza con el ascenso al Cerro Alto del Perdón, se sube tanto y con demasiada inclinación, que en pocos metros se alcanza una altura considerable. Iba pedaleando junto a molinos de energía eólica, como los que se ven en la película “Mar adentro”. Superar el Alto del Perdón significa vencer uno de los tantos obstáculos geográficos del Camino y resistir la tentación, ante la debilidad física del peregrino a abandonar el Camino.  Los puertos de montaña tienen una doble valoración en la mística jacobea, por un lado fortalecen la voluntad, por medio del esfuerzo físico, por otro son un símbolo celestial derivado de la verticalidad hacia lo cósmico y universal, muchas culturas tienen una montaña sagrada, una morada de los Dioses donde los hombres rinden devoción: El Monte Olimpo, el Monte Merú, El Fuji, el Popocatépetl, entre otros. Después de bajar del Cerro el camino discurre por buenas pistas de tierra las que llevan hasta las cercanías del Puente de la Reina y la ciudad del mismo nombre. 

Las dos ramas más importantes de la ruta jacobea se unen en la población de Navarra, Puente de la Reina, donde un enigmático puente de seis arcadas enfila a los caminantes hacia el poniente salvando las aguas del Río Arga. Los puentes son otro de los de elementos simbólicos del caminar penitente del peregrino, ofrecen la transición, el paso de una orilla a la otra, la superación de una dificultad, el inicio de un nuevo reto, nada más atravesar el famoso puente las señales llevan al camino por pistas atravesando viñedos y agradables paisajes agrícolas. 

Al seguir las flechas amarillas llegas a Cirauqui, lugar que se cruza a través de una vieja calzada romana, sigues por un camino medieval que te dirige hacia los poblados de Estella y Ayegui, donde no hay que perderse la famosa Fuente del Vino. A lo largo del camino encontrarás muchísimas fuentes de agua potable, dispuestas para el viajero peregrino, la diferencia de la de Ayegui es que esta es de vino, después de todo nos encontramos en la región vinícola de la Rioja. Finalmente y después de 70 kilómetros se llega a Torres del Río, poblado que se encuentra en torno a una Capilla Templaria en forma octagonal.

 Día 3 Torre del Río – Santo Domingo de la Calzada

Los próximos 15 kilómetros hasta Logroño discurren por un sendero muy técnico tanto para ciclistas como para peregrinos de a pie, con subidas duras y descensos muy empinados. En Logroño se encuentra la hermosa Catedral de Santa María de la Redonda con tres amplias naves góticas y dos muy altas torres en la fachada principal, de estilo barroco. 

Para salir de la ciudad se atraviesa el Arco de Carlos V, resto de la muralla medieval, se cruza el Río Ebro, para continuar por un camino más llano aunque con un arduo ascenso, vas pasando por campos agrícolas y viñedos, tras todo esto encuentras el Alto de Grajera para llegar al poblado de Navarrete, aquí podemos encontrar una pequeña iglesia con un gran retablo churrigueresco con un detalle sobre la Asunción. En este lugar experimenté una de las muchas vivencias que no tienen precio y que no están descritas en ningún libro, mucho menos en ninguna guía turística. 

A lo largo de toda la Rioja existen muchísimos viñedos y es tan maravilloso el caleidoscopio de color y olor, es como si pudieras oler la uva fermentándose en las barricas, las uvas están a tan solo unos metros de tus manos, por respeto no me atreví a tomarlas. Para este momento del camino mi mochila de viaje se  estaba desgarrando, pensé en detenerme y echar mano de hilo y aguja, cuando a solo unos pasos y girando a la derecha, me encontré con una sastrería. Me dirigí hasta el local, para adquirir los insumos y remendarla yo mismo, cuando para mi sorpresa, el propietario me pidió vaciar la mochila y repararla con su máquina. Por si fuera poco también salí de la sastrería con una bolsa llena de uvas, cabe mencionar que no me cobró un solo euro, a pesar de mi insistencia, él tan solo respondió, que uno de sus placeres era “estar ahí para los peregrinos”, ¡gracias desde México Don Julian! 

Los próximos 45 kilómetros son de constante subida hasta llegar finalmente a Santo Domingo, donde las calles son estrechas, elaboradas con un puro estilo medieval. Esta ciudad debe su nombre a su gran Santo Patrono benefactor de la ruta Jacobea durante el siglo XI, la Catedral es un hermoso monumento gótico, tiene campanario barroco y en el exterior un ábside románico, es interesante igualmente el Mausoleo de Santo Domingo.

Día 4 Santo Domingo de la Calzada – Burgos

La noche anterior a mi partida hacia Burgos, se celebró en el Albergue Peregrino donde pernocté, un ritual religioso que inició con una peregrinación por las calles empedradas llevando una imagen del Santo, acompañando su recorrido con música, para ser preciso, pasodoble. De vuelta en el albergue se ofreció un convivio que consistía igualmente de música, baile, comida y vino Riojano, en un principio pensé que todo esto era sólo para los lugareños, sin embargo después me informaron que por el contrario, todo el motivo de aquello era para ser ofrecido a los peregrinos, nuevamente sin ningún costo. Así mismo me enteré que Santo Domingo dedicó su vida a levantar puentes, fundó hospitales y creó un excelente trazado del camino para el mejor servicio del peregrino. 

Al salir de la villa medieval se pedalea por caminos construidos especialmente para el peregrino y siguiendo las flechas amarillas se alcanza el poblado de Redecilla, después Belorado y Espinos hasta llegar a un nuevo río de nombre Oca, que se atraviesa  en el camino para conseguir descansar en Villafranca de los Montes de Oca. 

Antes de afrontar el duro repecho del Puerto de la Perdeja, el misterioso y sencillo juego de la oca, se hace presente en el viaje, tendiendo su origen en estas tierras, contiene un significado en antigua sabiduría medieval. Es un sencillo juego donde lo importante no es ganar, sino preservar y mantener la tenacidad para llegar al final, ¡igual que en el Camino del Apóstol y en la vida!

La cuesta inicia junto a una ermita, cuyo nombre naturalmente es: Nuestra Señora de Oca, que tiene una imagen de la virgen del siglo XII, el ascenso nos adentra a Castilla y por los montes de bosques de hermosos robles, pinos y abetos, llegamos al punto más alto de la jornada, el alto de la Perdeja, lugar donde encontramos un monumento dedicado a los caídos de la guerra civil española. Una vez alcanzado este punto comienza una bajada bastante entretenida para cualquier ciclista de montaña, ya finalizando el descenso se llega a San Juan de Ortega y su santuario fundado a principios del siglo XII.

De aquí a Burgos, ciudad emblemática del caudillo de justas medievales entre moros y cristianos, Rodrigo Díaz de Vivar “El Cid Campeador”, hay sólo 10 kilómetros de distancia, Burgos antigua capital del reino de Castilla es la ciudad más populosa del camino francés, llegar hasta la catedral es fácil siguiendo una amplia avenida, la estatua del Cid, el río y tras la puerta de la vieja muralla, el arco de Santa María, el deseado templo gótico se presenta deslumbrante ante nosotros con sus escalinatas, sus esbeltas torres y sus gárgolas.  Fue consagrada en 1230, pero se necesitaron tres siglos de trabajos antes de su terminación definitiva, después de la visita obligada de la catedral, a buscar el refugio de peregrinos que se encuentra en un parque, casi a la salida de la ciudad, a cenar muy bien acompañado de un buen vino y a dormir, ansiando que el día siguiente sea tan maravilloso como los anteriores.

 Día 5. Burgos –  Calzadillas de la Cueza

… ¡Las estrellas fueron primero!

Otra fría mañana a pedalear aún sin luz de sol, iluminando el sendero solo con la lámpara de mi casco, procuro ir lento para no perder de vista las flechas amarillas debido a la escasa luz con la que cuento. Por si fuera poco la temperatura no ayuda, tengo tan entumecido el cuerpo que apenas puedo pedalear. Como todos los días a esta hora, hay que partir de los albergues antes de las 8:00 am pues el hospedero debe tener limpio el lugar, listo porque los peregrinos comienzan a llegar a las 12 del día. Normalmente por este servicio se cobran entre 5 y 10 euros. En casi todos los poblados del camino hay menús para peregrinos que rondan en algo así como 15 euros, en estos menús se incluyen siempre platillos propios del lugar, además de los platillos que comúnmente conocemos, convirtiendo el camino en un tour gastronómico. 

Transcurren los kilómetros, 5 kilómetros… 20 kilómetros… 40 kilómetros, todo este trecho del camino es benévolo hasta llegar al alto de Mostelares, que se ve impresionante en medio de este terreno llano, por el que venía pedaleando muy a gusto. En lugares muy interesantes como Hontanas, cuyas fuentes o fontanas, de ahí el nombre, son conocidas por sus saludables aguas, también es aquí donde se realizó el acto que en el momento no entendí, pero que más adelante se me revelaría como uno de los símbolos importantes del camino y que a su tiempo compartiré. El suceso inició con un simple comentario por parte de otro ciclista, él era de Santander, con él me topé en un descanso a la salida de Hontanas. Este peregrino se acerca, me saluda e intercambiamos algunos comentarios, antes de iniciar la partida me dice “¿ves ese montón de piedras? Toma una, la que más te guste, llévala contigo, es un símbolo y tiene un propósito que pronto descubrirás…!” 

Ahora con un acompañante, voy bajando el camino hasta llegar a un antiguo convento, hoy en ruinas, el de San Antón, a los clérigos de este lugar se les tenía por curanderos capaces de terminar con cualquier mal, sólo con el simple toque de su báculo en forma de tau. Otro de los símbolos del camino, el cual a simple vista puede parecer también un bastón que te sostenga en tus minadas fuerzas, una espada que te proteja de asaltantes, una cruz para que te cuide Dios, una señal o flecha, para que no te pierdas. Para seguir hacia Castrojeriz debemos pasar bajo unas derruidas arquerías góticas, que a mi parecer se ven como unas puertas, unas puertas que si cruzas ya no puedes volver atrás, como una entrada a otro tiempo, a otra dimensión y ¡así fue!

A continuación el camino discurre unos pocos kilómetros por una carretera que da acceso a un antiguo Burgo, que fungió entre otras cosas como fuerte romano, Castro Visigodo alcanzaba árabe y villa medieval, Castrojeriz a la salida de la ciudad por la calzada principal se alcanza a ver a lo lejos en el horizonte el dominante alto de Mostelares, el primer tramo es cómodo, una vez pasando esto el gran reto del día, una cuesta no apta para ciclistas con vértigo, el desnivel es durísimo, la ladera del monte está destrozada por la erosión de las lluvias y del viento, el momento cumbre de la jornada, ha sido alcanzar la meseta, pedaleando sin detenerse. Desde arriba se aprecia un bellísimo escenario que en otros tiempos presenció contiendas entre moros y cristianos. El descenso sigue un camino de miles de cruces de palitos y piedras, este vía crucis nos conduce a otro poblado cercano llamado Itero de la Vega. Ahora se debe continuar por un terreno plano mucho más suave, que continúa así hasta la ciudad de Carrión de los Condes, por un poco más de tiempo, después de aquí, se llega a Calzadilla. Debo continuar por un mítico y antiquísimo camino romano, parece fácil ya que se aprecia plano, pero las miles de piedras que conforman la vía, después de un rato de pedalear por ella, se convierte en un verdadero suplicio.

12 kilómetros después termina el traqueteo de ir montado en una licuadora de dos ruedas, en medio de la inmensidad de la llanura con un cielo completamente despejado, llego finalmente a un albergue bastante limpio, que es atendido por un hospedero brasileño llamado Nene. Me ducho, descanso un rato, me dirijo al único hostal abierto del lugar para esa época del año, una vez sentado a la mesa soy atendido por un mesero del Perú. Ahora ya no me parece tan extraño conocer gente de tantos y lejanos lugares, encontrándome en un lugar tan distante, es por esto que pensé que todos los caminos, todas las bifurcaciones, nos llevan de alguna manera y finalmente al mismo lugar, la cena fue deliciosa, al dar un paso fuera del hostal hay una oscuridad peculiar, que no recuerdo haber apreciado antes en mi vida, en dirección al albergue me detengo a contemplar el firmamento, que extrañamente no está tan negro, pues se ven miles de estrellas ¡es la vía láctea! ¡Es una señal! Basta con seguirlas para llegar a Santiago, aunque ellas están arriba y yo abajo… o ¿es al revés? Me doy cuenta que desde allá, también nos vemos como estrellas, que formamos parte de ellas, que somos polvo, polvo de estrellas…

Día 6. Calzadilla de la Cueza – Hospital de Órbigo

Hoy parece que los días cálidos, radiantes y despejados han terminado. Al alba, la mañana está más fresca que de costumbre, conforme sale el sol se va levantando una espesa bruma, afortunadamente el camino desde Calzadillas hasta Sahagún que está a 30 kilómetros de distancia, transcurre por un camino plano de terracería especialmente construidos para los peregrinos jacobeos, sin embargo la monotonía del paisaje deja muy pocos sitios que descubrir. En Sahagún se levantan dos distintivas iglesias, la de San Lorenzo que tiene una esbelta torre con cuatro hileras de arquerías y la iglesia de San Tirso construida en ladrillo, ambos templos son de estilo mudéjar, los mudéjares no trabajan con piedra por el contrario cocinan barro y lo moldean hasta obtener pequeños ladrillos, la palabra mudéjar es de origen árabe y significa literalmente “a quien le es permitido quedarse”, musulmanes que seguían viviendo en tierra cristiana tras la conquista. 

Se deja atrás Sahagún y a la altura de otro poblado llamado Calzada del Coto, el camino se divide en dos ramales, una es la Vía Trajana, construida por los romanos mucho antes de la llegada de los peregrinos. Recuerdo lo incómodo de mi experiencia en otro camino como este y decido continuar por la variante más reciente, hecha por la provincia de León sobre el antiguo camino francés, la niebla me obliga a imaginar un paisaje que la vista pierde en el horizonte sin poder calcular la distancia, cosa habitual en tierra de campos, en cambio el ambiente sigue dominado por la masa gris de densa humedad que impide ver con claridad.

Hay que pedalear constantemente para no perder calor, luego de 40 kilómetros se llega a la villa amurallada de Mansilla de las Mulas y a uno de los más bellos monumentos del camino, al monasterio de San Miguel de la escalada fundado por monjes cordobeses en el año 913 de estilo mozárabe, luego a pedalear otros 20 kilómetros para alcanzar León, donde el esfuerzo realizado queda compensado al plantarse frente a la catedral de Santa María de la Regla, hermosísimo ejemplar de arquitectura gótica, muy al estilo francés con enormes vidrieras multicolores. Al pedalear otra vez la idea es llegar entrada la noche a Astorga, pero la pertinaz lluvia y el frío detienen la marcha finalmente en Orbigo, se entra a este poblado por una calle empedrada que te hace cruzar un famoso y largo puente de 20 arcadas, protagonista de lances amorosos y torneos feudales.

Día 7 Hospital de Órbigo – Villafranca del Bierzo

Son las ocho y media cuando pedaleo fuera del albergue y siento un halo  gélido en el ambiente, las calles están húmedas,  ya que llovió toda la noche y, aún hoy por la mañana, continúa una suave lluvia. La antigua Asturica Augusta de los romanos, Astorga, recibe a los peregrinos con su porte monumental, ciudad fortaleza. Hoy en día todavía conserva sus muros construidos antes de la llegada de los moros y de que este camino se volviera cristiano. En esos días existía un gran tráfico de personas, mercancías y ejércitos, después, tras la muralla se nos presenta la hermosa catedral de estilo plateresco hecha con cantera rosada, tiene un bello retablo y capillas de estilo gótico, fuera del atrio y a unos pasos se encuentra el palacio episcopal, obra de Antonio Gaudí, inspirada en un castillo templario, cobija el museo de los caminos. 

La salida de Astorga es cuesta abajo, para los ciclistas es agradable ir bajando, pero poco dura la alegría, porque a 5 kilómetros comienza una subida que no terminará hasta coronar los montes de León, en el solitario paraje de la Cruz de Ferro. De inicio con poco esfuerzo se va ganando altura, la ruta va en torno a un camino de asfalto rodeado de un bosque muy espeso, no ha dejado de llover, el viento me pega en la cara, se siente helado, sin embargo el resto de mi cuerpo no siente frío, o no caigo en cuenta de ello, ya que no se debe perder la concentración, pues la densa niebla no permite ver, que la subida es extensa. Cada curva que paso espero que sea la última, la paso y pienso: ¿cuántas más siguen? Ruego a mis músculos que aguanten lo suficiente para continuar, finalmente llego a un pequeño poblado de apenas unas cuantas casas, creyendo que ahí era la cúspide y que debido a la niebla, no se veía la famosa Cruz de la Fatiga. La niebla y el frío no me permitieron ver el mapa, lo único que quería era empezar a bajar y encontrar un refugio donde abrigarme, así que continué para darme cuenta que la subida seguía por un paraje de fantástica desolación. Cuando según yo, de un momento a otro la ansiada bajada comenzaría, encontré para mi sorpresa al borde de la carretera el más famoso monumento de toda la ruta jacobea, ¡Que curiosa sencillez! Pues no se trata de una catedral de esas de la que su construcción toma tres siglos, ni un palacio majestuoso, ni siquiera un pequeño templo con ofrendas, es una simple cruz de hierro oxidado, clavada en un tronco de madera, sobre un montículo de piedras que han ido depositando los peregrinos a su paso. Así, de esta manera busqué mi piedra, aquella que antes describí y me dispuse a arrojarla a manera de desprenderme de lo material, como ofrenda para dejar mis cargas, para liberarme de mi cruz. 

A partir de aquí la carretera desciende rápidamente, encontrando en primer lugar el poblado del Acebo y luego el antiguo enclave templario de Ponferrada y su castillo, un claro ejemplo de la construcción fortaleza del siglo XI, se cree que en lo más profundo del castillo estuvieron las dos reliquias más polémicas de la humanidad: El Arca de la Alianza y el Santo Grial. Al salir de esta ciudad se debe cruzar un puente con balaustradas de hierro, el ponsferrata que está sobre el río Sil, en Villafranca del Bierzo, me hospedo en uno de los refugios más emblemáticos del camino, el refugio del Ave Fénix, atendido por quizás el más famoso de todos los hospederos, llamado Jesús Arias “JATO”.

Día 8 Villafranca del Bierzo – Pintín

Durante la noche, JATO nos contó historias maravillosas sobre el camino, forjadas en historia y leyendas, me hacen recordar los cuentos de Shereshada, pero bueno como dicen por ahí, “esa es otra historia”. Para conocerlas, ¡el camino tendrás que recorrer! Aquella velada me fui a dormir esperando poder soñar con aquellos relatos.

En la mañana, por el semblante de todos aquellos que nos encontrábamos escuchando atentos y observando los gestos de JATO, me figuré que igual que yo desearon lo mismo, no cabe duda que soñamos. Aquella húmeda mañana tuve el extraño sentimiento de no querer partir, de regresar pronto, pero me tenía que ir. En el portal del albergue vi un letrero de madera donde se repetía dos veces la palabra “¡Ultreia!” “¡Ultreia!” Cuando me despedí de JATO, le pregunté su significado, me dijo que es un saludo, una despedida y un grito de ánimo de los peregrinos que data de la época medieval y que significa “¡Adelante!”… Que bella paradoja, yo no me quería ir y en el momento preciso algo me animaba a continuar.

Apenas comenzar a pedalear en dirección de O Cebreiro, el camino va tomando inclinación, el mapa indica que son 30 kilómetros de continuo ascenso, ¡vaya que sí! En algunas partes hay hasta 18 grados de inclinación, así que entrar al país gallego me tomó casi tres horas de constante pedaleo. Al detenerme para descansar un poco, el viento enfría rápidamente mi cuerpo, muestra del temporal y la altura. Dejo la bicicleta para meterme en un mesón y degustar un caliente caldo gallego; como se ve que la lluvia está por venir, me apresuro a tomar nuevamente el camino con la esperanza de empezar a bajar y que sea un descenso benigno, sin embargo mi deseo no se cumple, hay que seguir ascendiendo. 

Llego al alto de San Roque, donde se encuentra una impresionante escultura de un peregrino encarando el fuerte viento, verdaderamente un soberbio paisaje, después, a pocos kilómetros se llega a la cumbre del alto Do Poio, lugar de inicio de un temerario descenso. El viento frío trae agua, es tan violento que me cuesta trabajo mantener el equilibrio, fue muy difícil bajar en esas condiciones, mis dedos helados no me permiten aplicar la suficiente presión sobre los frenos. Al mismo tiempo, durante los 20 kilómetros de bajada no podía dejar de frenar, ya que la inclinación me hacía tomar bastante velocidad, circulé por el centro de la carretera lo más alejado posible de la cuneta para no caer a causa de la fuerte ráfaga de aire, además de todo, con el piso mojado la tan deseada bajada se volvió un peligro. La idea que ocupaba mi mente en ese momento era llegar al poblado de Triacastela, pero una sorpresa me esperaba ahí debido al temporal, el albergue estaba lleno de peregrinos que no desearon continuar, por lo que tengo que seguir adelante, ¡Ultreia! 

Harto de la carretera, sigo por un camino boscoso que recorre pequeñas aldeas  detenidas en el tiempo, hay muchos árboles de castaños, pensar que en esos momentos en Madrid deben estar vendiendo castañas asadas, en 5 euros el paquete, me hace sentir nuevamente afortunado, ya que aquí puedo recoger puños sin un solo centavo. Según el mapa, de aquí a Sarria, la ciudad más grande y poblada, faltan sólo 20 kilómetros, por lo que mi meta es pasar la noche ahí. Un poco tiempo después de tomar aquella decisión, se deja venir otra vez la lluvia, al principio sólo una llovizna, luego un tremendo aguacero. Paso los poblados de San Xil y Furela, igualmente los albergues están llenos, en Pintín me encuentro un hostal donde dadas las circunstancias, decido quedarme.

Día 9 Pintín – Arzúa

Este día fue el que más tarde comencé a pedalear, amaneció lloviendo y esperé el momento de menos agua para salir. Finalmente como a las 11:00 am me enfundo en una bolsa de plástico, de esas de color negro para la basura y me hago un rompe vientos. También me pongo bolsas de plástico en los pies. Al poco rato y a unos kilómetros de Sarria, de nuevo una lluvia pertinaz que se vuelve chubasco, así que para cuando llego al poblado de Barbadelo ya estoy hecho una sopa, me refugio unos momentos en el portal de la iglesia parroquial de Santiago, donde doy un vistazo al mapa para sorprenderme y darme cuenta que no he pedaleado ni 20 kilómetros. La lluvia no da signos de que vaya a detenerse, estoy en el portal de una iglesia consagrada a Santiago y a donde yo quiero llegar es al portal de la gloria de la catedral de Santiago. 

Entre Sarria y Barbadelo me di cuenta que cada medio kilómetro había monolitos de piedra marcando el camino y recuerdo haber leído que esto indica que sólo faltan 100 kilómetros, así que me animo a continuar este “peregrinatio”, aunque continúa la lluvia. Afortunadamente el tramo hasta Portomarín y su río Miño está en descenso con el atractivo extra de haberme adentrado en una región de caminos parcelarios de una belleza extraña. En su conjunto, son aldeas y poblados aislados con pocos habitantes y donde se habla gallego, el paisaje es oscuro por la lluvia y corre un viento entre los árboles provocando un sonido bastante peculiar, hay unos parajes iguales a los que se ven en la película El Señor de los Anillos, los mismos árboles con miles de ramas y con troncos inabarcables, que parecen ocultarse tras muchos matorrales, sólo les falta hablar y que te dijeran por dónde seguir o incluso, que te acompañarán por la terracería, pero no es necesario. 

Resulta curioso que entre tanta vegetación el consabido Hito de Piedra con su concha marcando la ruta jacobea sea tan fácil de distinguir y de seguir, ni siquiera en esta mágica profundidad del bosque se puede sentir soledad, alguna vez leí una frase que dice “No estás solo cuando te encuentras en compañía de ti mismo en medio de la naturaleza”. Así el tiempo transcurrió, no pienso más en la lluvia, paso de largo los poblados de Ligonde donde es interesante ver por el camino esculturas y símbolos tanto cristianos como paganos, el poblado de Palas de Rei y San Xulian dejando los últimos trazos del camino por tierras de Lugo y entrar a la Coruña en el poblado de Melide, en Boente hay un pequeño Hito que indica una distancia de 50 kilómetros  hasta la Plaza del Obradoiro, frente a la catedral de Santiago de Compostela, para llegar hasta Arzúa, el itinerario es un continuo sube y baja de cerros fáciles de pedalear.

Día 10 Arzúa – Santiago de Compostela

Tras las murallas… ¿Un campo de estrellas?

La última jornada ciclista es como de costumbre en los últimos días, húmeda, siguiendo las flechas amarillas o los Hitos de piedra, se cruzan rápido los poblados de Salceda, Santa Irene y Cimadevilla (si, así se llama), hasta el último ascenso, en el Monte de Gozo, desde donde por fin en medio de la lluvia y la bruma se ven las agujas de las torres de la Catedral. 

Realmente Santiago es un espectáculo de piedra y tradición, historia y buenas vibraciones, hoy día toda la ciudad ha superado las murallas que en el medievo la circundaban, el camino me trajo por rutas que te hacen cruzar varias veces la carretera hasta llegar al casco urbano, hasta llegar a la Plaza del Obradoiro y plantarme delante de las escalinatas del templo. El casco viejo de la ciudad está lleno de hermosísimos monumentos, iglesias, palacios, conventos, monasterios, etc., Las calles están empedradas y angostas, varias veces te hacen cruzar arcadas, otras tantas llegas a bellas plazas con sus fuentes brotando, música y agua.

Dejo descansando la bicicleta, para visitar la catedral, unas escaleras de dos caminos invitan a entrar bajo las torres musgosas de la puerta del Obradoiro, traspasando el umbral, aparece deslumbrante el pórtico de la gloria, un derroche artístico de belleza, es un libro convertido en piedra. Refleja a los ancianos del apocalipsis, a los apóstoles y al centro la majestuosa imagen del Apóstol Santiago. Fascinado con su presencia a devotos y ateos, él está para todos, como mediador entre los hombres y el ser supremo, representando la unión de la humanidad y el todo universal, ya solo me queda visitar el altar para cumplir con el ritual del peregrinaje. Debajo se encuentra la cripta con la urna de las reliquias del apóstol, este momento tan deseado por muchos kilómetros me provoca una fuerte emoción, el viaje ha terminado y me siento más fuerte y más libre.

Al llegar a Santiago y su mágico campo de estrellas, la existencia ha girado de nuevo, cerrando una puerta de preguntas, sacrificios y deseos, dejando una puerta abierta, a una nueva senda ciclista, a un lugar desconocido y eterno, una entrada hacia el corazón del ser humano.

“Si quieres vivir, tú que estás sujeto a la ley de la muerte,
ven aquí rechazando venenosos placeres.
Limpia tu corazón de vicios,
 para no perecer de una segunda muerte”.

José Antonio Montealvo Rojas
ESB José Rojas
30 años de antigüedad en Aeroméxico
ASSA de México
Diciembre, 2022
Año 1, Número 5